Agazapada en el borde del tejado, donde podía ver y no me veían, mi corazón casi se podía oír sobre sus pasos incesantes, que traqueteaban por la plaza de esquina en esquina, buscándome con urgencia, desesperadamente.
Hacía media hora que había caído la noche y empezaba a notar el frío subir por mis pantorrillas, que comenzaban a temblar. Me daba miedo caerme, pero por alguna extraña razón mis rodillas aguantaban estoicamente cada minuto de espera y perduré allí durante una hora más hasta que mi verdugo pareció cansarse y abandonó el lugar.
Con el cuerpo entumecido y todo el sigilo del que fui capaz me retiré del borde del tejado midiendo cada paso para no ser descubierta, pero no me di cuenta de que los tejados comienzan y terminan.....me caí del sueño y vuelta a empezar.
Hacía media hora que había caído la noche y empezaba a notar el frío subir por mis pantorrillas, que comenzaban a temblar. Me daba miedo caerme, pero por alguna extraña razón mis rodillas aguantaban estoicamente cada minuto de espera y perduré allí durante una hora más hasta que mi verdugo pareció cansarse y abandonó el lugar.
Con el cuerpo entumecido y todo el sigilo del que fui capaz me retiré del borde del tejado midiendo cada paso para no ser descubierta, pero no me di cuenta de que los tejados comienzan y terminan.....me caí del sueño y vuelta a empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario