martes, 30 de septiembre de 2014

Historia blanda de un individuo y su encrucijada

El individuo caminaba sin pausa. Iba desnudo pero eso no le causaba ningún pudor. Se sentía protegido.
Subía incansablemente la empinada cuesta mientras agradecía a Dios, a Gaia o al movimiento de las placas intercontinentales, la fascinante estampa impresa en sus retinas. Al lado del sendero crecían robles, nogales, helechos, y hasta algún desorientado eucalipto que cubría con sus alargadas hojas el lecho. El suelo se componía de rudas raíces, que se abrían paso entre fuertes rocas y endeble barro. 

El individuo subía.
Subía lento pero ligero; liviano pero con fuerza, apoyado en una vara que formaba parte de su cuerpo. De su espalda brotaba una protuberancia, que cualquiera hubiera considerado deforme, pero que él consideraba hermosa. Avanzaba con paso decidido, hasta que se encontró con una encrucijada.
Dos senderos se abrían ante él. El de la izquierda ascendía largo, duro y desafiante. El de la derecha bajaba sinuoso, fácil, sencillo. Tomó la opción cómoda. Descendió contento. Avanzaba rápido, casi corriendo.

Un estruendo sacudió la tierra.
El individuo apenas logró atisbar la ola de cruces amarillas que se lo llevó. Eran demasiadas, y lo arrastraban camino abajo como una muñeca de trapo. Se hundía en aquel mar de señales, difícilmente conseguía respirar. La sensación de bienestar que le llenaba antes desaparecía. Sentía vergüenza de sí mismo. Se veía feo. No entendía por qué estaba donde estaba. 

Perdió definitivamente sus fuerzas.
Pero una mano se le apareció. Con un esfuerzo titánico la asió. Su salvador lo aupó a lo alto de una rama y lo ayudó a mantener el equilibrio en el precario asiento. El individuo lo miró y vio que su rostro era una amalgama de personas que había conocido en algún momento desde que comenzó su viaje. Un ente comunitario había acudido a librarle de la rendición.

El individuo lloró.
Su salvador le limpió las lágrimas y le enseño lo que su puño cerrado guardaba: Un alfiler con una flecha amarilla.

David despertó. Se hallaba en la litera inferior de una habitación comunal con una docena más de personas. Oyó ronquidos de una cama próxima. Cuchicheos agradeciendo que quien quiera que fuese hubiera dejado de hacer ruido. David hundió la cabeza en la almohada e intentó volver al sueño. Cerró los ojos con fuerza.

De pronto, las luces de la habitación de encendieron. Unos pasos avanzaron entre las literas. Ángel, el hospitalero de Markina, gritó: “Egun on. Buenos días. Good morning. Bonjour. Buongiorno. Guten Morgen. Hoy es un precioso día para caminar.”
David maldijo por lo bajo. Apartó de su mente cualquier idea de seguir con su sueño y se levantó. Era el momento de seguir andando.

David Matos

domingo, 29 de enero de 2012

El baile de la hoja

Primer relato escrito específicamente para el blog. Espero que os guste.



Nina descansaba sobre el lecho del bosque, desnuda. Los rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles y la calentaban. Respiraba profundamente. Los agujeros de su nariz se abrían levemente con cada inspiración. Sus pechos descendían con cada expiración. La madera que formaba su cuerpo, clara y lisa, crujía levemente con su respiración. Ella soñaba.

En aquella tarde sin brisa, una hoja cayó de los árboles. Fue descendiendo con elegancia, dando vueltas sobre sí misma, creando un torbellino verde. Se posó sobre los labios de Nina. La hoja la observaba con curiosidad, estudiando su boca. La respiración la levantó. Se puso a jugar con sus húmedos labios. Sabían a savia. Siguió moviendose sobre ellos, separandose y juntandose por cada respiración que Nina hacía. La hoja se desesperaba cada vez que se alejaba de esos labios, y se excitaba cuando se acercaba.

Pero Nina soñaba. El sueño hizo que expirase más fuerte de lo normal, y la hoja se alejó para siempre de sus labios. Acabó por aterrizar en sus pechos. La hoja los saboreó. Eran dulces. Y siguió danzando, de un pecho al otro, mientras subía y bajaba con la respiración de Nina. Sentía los fluidos de Nina mientras eran bombeados por su cuerpo de madera. Oía el crujido que hacían tus tejidos al respirar. La hoja se excitó más y necesitó más. El dulzor del sudor de Nina no le era suficiente. Ansiaba más de ella.

Así que se desplazó. Viajó hasta el pubis de Nina. Su aroma atraía a la hoja. Olía a humedad, a frescor y a río recien nacido. Olía a fuerza, a potencia, a juventud. La hoja se alimentó de ese olor, mientras Nina se agitaba en sueños. La hoja absorbió su frescura, llenandose por dentro, sintiendo la fuerza que Nina le proporcionaba. Se alimentó hasta que no pudo más...

...Y la hoja estalló en mil pedazos; que cubrieron a Nina como un manto. Nina se despertó subitamente y vió a los árboles sonreir: Iba a nacer otro árbol.

sábado, 28 de enero de 2012

Ira, Primera Parte.

Hola amigos. Me presento: Soy Ekhan, uno de los creadores de blog, pero como también soy un "descastao", pues he dejado a Nihma todo el trabajo de llevarlo y actualizarlo. No tengo ningún nuevo relato que publicar, porque siempre suelo dejar las cosas a medias, pero aprovecho y subo un relato que escribí cuando tenía quince años (hace ya más de cinco años). Debido a su longitud, lo he dividido en tres capítulos que acabaré de subir esta semana. 
Con vosotros la primera parte de "Ira".



Genial. Hoy estoy genial. Mi nombre es Daniel y me voy de fiesta con mis amigos. Es el primer sábado que voy con ellos, y me dejan llegar a las once de la noche. Me siento bien. Pienso que este momento ha tardado demasiado en producirse, 15 años, pero quiero olvidar ese detalle.
La gente nos mira al pasar, especialmente a mí. Mi madre me ha obligado a salir vestido de etiqueta. Por poco me pone el traje de la comunión. Mis amigos van todos con ropas modernas, unos vaqueros, una camiseta; no como yo, que si con la camisa, los pantalones y los zapatos. Odio a mi madre.
Mientras nos reímos empiezo a sentir algo en el estómago cada vez que miro a Eva. No sé que es, pero me siento bien con ello. Supongo que será eso de que te gusta alguien, no lo sé, pero no puedo intentar nada ya que sale con mi peor enemigo, Pablo. Ahora están conversando de forma no verbal. Intento apartar la vista pero va allí sola. No puedo evitarlo, les miro.
-Daniel –me llama otro amigo, Ramón.
-¿Si? –respondo preguntando por que me saca de este embobamiento.
-Deja de mirarles.
-¿Por qué?
-Es de mala educación, además ¿a ti te gustaría que esté un tío mirándote embobado mientras estas besando a una tía?
-Me daría igual.
-No. No te daría igual. A nadie le da igual.
-Cállate. Te pareces a mi madre. Vete a dar la brasa a tu novia –me pongo a la defensiva.
-Di lo que quieras, pero tienes todas las papeletas para que te marginen, y si sigues actuando así, te va a tocar el gordo.
-Olvídate de mí. –pero soy yo quien no puede olvidar lo que me ha dicho.
-Tienes que empezar a buscarte novia, sé que al principio cuesta, pero después merece la pena.
-¿Y tú que sabes? –Pero acaba de dar en el clavo, a pesar de que intento disimularlo- yo he salido con muchas chicas, ya he tenido novia –sabe que miento.
-Siento preguntarte esto pero… ¿Cómo se llamaba? –intenta humillarme.
-Yolanda –Error, ese nombre no se le ponen a nadie hoy día. Yo lo oí en una telenovela- fue cuando estuve de vacaciones en Barcelona.
-De acuerdo, Daniel, de acuerdo. –dice resignado, pues sabe que no es verdad. Pablo y Eva han terminado de “conversar”
-¿Qué os pasa? –se acerca alegremente Eva a nosotros. Ignora que la discusión ha sido a causa de ella.
-Nada –respondo. Quiero que siga ignorándolo.
-¿Que pasa perdedor? –es la forma en que Pablo me sluda, insultándome.
-Nada y me encojo de hombros. Su familia es muy rica y si nos peleamos estoy seguro de que me denunciará, así que mejor no meterme en problemas.
-Deja de meterte con él –ante mi asombro, Eva sale a defenderme. Esa sensación en el estómago vuelve a aparecer–para ya.
-Pero mira como va vestido –sigue tomándola conmigo- es un perdedor.
-Y tú un niño de papá –sigo sin creérmelo. Eva está discutiendo con su novio por mí- y creo que nadie te dice nada.
Siento que esta vez Pablo se queda sin palabras. Se marcha enfadado no sin antes empujarme con el hombro. Pero me da igual, como ya dije, me siento bien. Eva ha roto con su novio por mí. Creo que este es el momento de pedirla salir o algo así. Pero para no fastidiarla mejor consultar a Ramón y a Vero, su novia.
-Oye –les llamo- ¿puedes ir un momento con Eva por favor? –ahora me dirijo a Vero- Es que quiero hablar con Alberto de algo que no quiero que se entere.
-De acuerdo. –se va.
-¿De qué quieres hablar? –me pregunta como si le diese miedo lo que le voy a decir.
-Quiero pedirle salir a Eva. –lo digo todo de carrerilla pues soy incapaz de decirlo sin cortarme.
-¿¡Qué!? –me mira como extrañado, como si yo no pudiese dar tal paso.
-¿Qué pasa? ¿No puedo? –le contesto fingiendo humillación.
-No, claro que puedes, pero es que me has sorprendido.
-No entiendo por qué. Tu me has dicho hace diez minutos que debería de ir buscándome una novia, y sin embargo, cuando te digo que quiero pedirla salir me miras extrañado. Decídete de una vez.
-Vale, ya esta. ¿Qué quieres de mí?
-Ejem… ¿Como la pido salir?
-Supuse que este momento llegaría. Pregunta número uno: ¿Cuándo quieres pedirla salir?
-Pues quería que fuese hoy.
-No es tan mala idea. Acaba de romper hace cinco minutos con su novio, por ti. Alégrate chico. Pero ten cuidado, quizás luego te odie por hacerla romper con él.
-Yo no la he pedido que rompieran.
-Ya. Segunda pregunta: ¿Cómo se lo quieres decir?
-Si tiene que ser hoy, diciéndoselo.
-Perfecto. Acompáñame.
Nos dirigimos hacia donde esta Eva. Me empiezan a temblar las piernas. No sé que pretende pero si va a hacer lo que creo… no por favor, ahora no.
-Eva –Ramón, maldito, la está llamando- ven, Daniel quiere decirte algo.
-¿Si? ¿Qué quieres Dani? –me pregunta con tono jovial.
-Quería decirte que… -apenas puedo respirar y cuando lo consigo es de forma entrecortada, cojo aire- quería decirte que megustasmuchoyquesiquieressalirconmigo.
Me mira de una forma inexpresiva que no se cómo interpretar. Por favor, que diga algo. Pero no lo dice. Siento que Ramón y Vero nos miran expectantes a la distancia. Por fin, abre la boca levemente; pienso que es para contestarme, pero, por suerte, me equivoco y de repente se me lanza y me besa. No me lo espero. Soy feliz.


Marta


Marta no era una niña especial, no salía en la tele, ni en las revistas.
Nunca había viajado al extranjero ni tenía un móvil para ella sola.
No tenía perro, ni gato, y sus amigos eran amigos normales, corrientes, de esos amigos que siempre están allí cuando vas al parque y juegas.

Marta era algo de lo más normal excepto por una cosa...
...no tenía ombligo, y por mucho que la ciencia intentó desesperadamente encontrar una solución a tal enigma, nuca pudieron dar con ella.

Pero mientras tanto Marta seguía siendo una chica de lo más normal.

sábado, 14 de enero de 2012

La llave que te esconde

Aquella noche volví tarde a casa, chorreando de lluvia de tres días que no cesaba, parecía que el cielo estuviese llorando por la tragedia más grande del mundo.
Como cada día abrí el buzón, hay mucha gente que sufre de buzonfobia, cuando se aproximan a esa caja de sus pesadillas ya les cuesta encontrar la llave correcta porque un miedo interno se va apoderando de su persona, con la mayor atención posible miran a través de la rendija, "¿habrá alguna factura?, esperemos que no" e introducen la llave en la pequeña ranura...
Yo simplemente lo abría cada día por el mero placer irónico de ver que no había recibido nada de interés y que iba a pasar otro aburrido rato más revisando lo que había en su interior.
Pero aquella noche una de las cartas parecía que pesaba algo más de lo habitual, dejé el resto de la correspondencia abandonada a su suerte en el recibidor y me senté en la mesa a examinarla, era un pequeño sobre amarillento con mi nombre y dirección escritos por una estilográfica y nada más....

Seguro que la semana que viene continuará

sábado, 12 de noviembre de 2011

La chica del vestido azul

Le gustaba contar los segundos que pasaban hasta que los autobuses se aproximaban tanto a ella que le vencía el miedo y tenía que subirse a la acera.

Esa noche los copos de nieve caían como cristales, pero su cara parecía tener inmunidad ante la diosa del frío y permanecía intacta y hermosa, preciosa y altiva con el vestido azul que le regalé. No comprendía por qué me había citado a esas horas de la madrugada, pero cualquier atisbo de enfado se esfumó al verla allí de pie, en el lugar en que tantas veces nos habíamos besado.
Cuando me aproximé a su cara y pude ver sus ojos, me asustó el baño de lágrimas que apunto estaba por desbordar hacia sus mejillas y con ánimo de hacer menos doloroso lo que ya tanto dolía la fundí entre mis brazos en una aleación casi perfecta.

El tiempo claramente se paró y dos mundos parecieron juntarse. Su pelo olía a fruta, siempre olía a fruta. Sentí su cara suave, casi como la seda que acariciaba mis dedos cuando la tocaba. Y bailamos, bailamos largo rato, bailamos triste y bailamos alegre, todo en uno, en un compás perfecto.

- Adios amor mío....

De repente, todo lo inalterable quedó destruído, yo abrazaba el aire, pero aún la sentía allí.

- Alicia! Alicia! no te vayas aún....

Cada noche rememoro aquel momento en que danzábamos en un compás perfecto entre el mundo de los vivos y el de los muertos y ella me regaló su último adiós.